Parte de 148p: historias de ficción (o auto-ficción) contadas en ciento cuarenta y ocho palabras exactas.
—¿Y…?
—¿Me extrañaste?
— No, pero siempre regresas.
— Tú me llamaste.
— ¡No! Tú vienes cuando se te da la gana.
— Y tú me dejas entrar.
—¡Ni preguntas! Entras «como Juan por tu casa».
— A lo mejor es como con los vampiros…
— ¿Qué?
— Que no pueden entrar si no los invitas.
— Pero ya estás aquí.
— Pues porque me invitaste antes.
— ¿Es retroactivo?
— Para los vampiros sí.
— Pero tú no eres vampiro, aunque me la chupas toda…
— Muy graciosito, pendejo.
— … ¡la energía!
—Ajá, luego ahí andas: «no puedo respirar».
—Claro, ¡me das ansiedad!
— Es la chamba, chavo. No es personal.
— Y luego, ¿a qué viniste?
— No sé. Dime tú.
— Ah chingá, ¿qué no era tu chamba?
— Venir sí, explicarte no.
— ¡Pero si yo no te llamé…!
— Entonces, ¿por qué estoy aquí?
— ¡Ah! ¡Resulta que soy tu patrón!
— No te me pongas pendejo…
— Ahorita no tengo tiempo, ahí vienes otro día.
