Izakaya
Yo no soy cursi. Al menos no al nivel de ir por la calle vestido con los mismos colores que mi pareja.
Parte de 148p: historias de ficción (o auto-ficción) contadas en ciento cuarenta y ocho palabras exactas.
Yo no soy cursi. Al menos no al nivel de ir por la calle vestido con los mismos colores que mi pareja. Mucho menos sumarle una camiseta con flecha que diga «soy suyo» — y la de ella: «soy de él» — . Tampoco creo en el amor romántico hollywoodense; ese que está a la vuelta de la esquina, a primera vista y con conflictos de pareja escritos por un guionista perezoso. Soy agnóstico: no creo en deidades que dan batallas a sus mejores guerreros ni escuchan plegarias. Soy incrédulo de los horóscopos y desconfío de remedios, ouijas, cuarzos y demás cachivaches que prometan explicar lo que nos rodea. Veo con desconfianza a quienes alegan «sentir energías», canalizar comunicaciones, contactar con ovnis o conocer «El Camino» basado en dogmas. Aún con estas convicciones, es fecha que no he encontrado otra manera de explicarlo: nuestro encuentro estaba dado por el destino.
