Pelea de adolescentes
Diecinueve segundos de ordinariez, desaciertos y torpeza. Un amasijo de cuerpos gritando, jalando y empujando. No podía esperarse más de una pelea entre adolescentes clasemedieros.
Este es un outtake de la novela que estoy escribiendo. Era una escena más larga para mostrar la relación entre dos de los personajes que se conocen desde niños. La exploración de nuestra percepción de la realidad y la memoria es una idea que me gusta y la situación de una pelea adolescente (sin sentido como toda violencia) me divierte pero finalmente es muy denso y no cuadraba con el tono de la historia así que terminó quedando fuera.
— ¡Te faltan huevos, pendej..!
La Realidad nos llega toda a la vez. Si pudiéramos percibirla de lleno, estaríamos envueltos en una experiencia turbia y desenfocada, como si miráramos a través de una ventana empañada por una lluvia incesante de eventos concurrentes.
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El cerebro recibe toda la información desde todos los sentidos disponibles, la procesa en fracciones de segundo y la pone en secuencia. Experimentamos los hechos irremediablemente ligados al eje del tiempo, necesitamos que los eventos sucedan (unos a otros).
Ese pendejo estaba allá, ahora está más cerca. Viene para acá. Hay gente alrededor, dan de gritos —unos a favor, otros en contra—.
Para entender la realidad necesitamos enfoque. Enfocar consume recursos por lo que el cerebro desecha información que considera inútil. Ante una situación de peligro, el cerebro da la orden de liberar adrenalina, se nos acelera el ritmo cardíaco, se oxigenan los músculos, las pupilas se dilatan; de repente, el entorno se difumina, lo único nítido está dentro de una franja muy reducida. Pasa al conducir un coche a alta velocidad y pasa en una pelea.
Un puño viene hacia mi cara. Lento. Alguien alza la voz. Intento desviar el golpe. No puedo mover los brazos. Giro la cara. Dolor en el ojo.
Seis minutos y cuarenta y siete segundos después, hay una mancha de sangre sobre el puño del chico. Es su propia sangre sobre su propio puño. Cae desde la nariz, luego rueda hasta el pavimento manchando de gotas rojas la banqueta donde está sentado. Observa, cabizbajo, otra gota rodar por su puño y repasa lo ocurrido.
No podría haberlo hecho antes; la realidad solo puede entenderse de manera retroactiva. Recordar es re-crear, re-enfocar, ficcionar lo que percibimos en el pasado. Pero hay una diferencia objetiva entre la ficción y la percepción de la realidad. No «objetiva» en su sentido filosófico (relacionado a la existencia misma) ni a «objetiva» como adjetivo relacionado al objeto mismo —independientemente de la manera de pensar o sentir de quien lo observa—. De las diez definiciones de la palabra nos interesa la acepción óptica: la lente o instrumento óptico que se dirige hacia el objeto. La ficción ofrece un foco claro, un encuadre que nos guía. Nos dice: «mira aquí. Nota aquello»; dota de vehemencia y elegancia a la acción.
Aunque la literatura, con su infinita capacidad narrativa, permite poner el foco en el átomo del litio dentro de la batería de la computadora desde la que se iniciará la tercera guerra mundial en solo seis palabras —«1% de batería. Comiencen lanzamiento nuclear»— o en trescientas páginas, los sucesos se producen dentro de la mente. El cine, por otro lado, con su lenguaje audiovisual, es lo más parecido a replicar la experiencia que tenemos de la realidad en la ficción de la memoria. La cámara —con su objetivo literal— apunta y encuadra, nos hace mirar de cerca (close up) o de muy lejos (extreme long shot); el micrófono invisible nos permite escuchar la caída de un alfiler, las luces de 5000w iluminan las partes importantes, el montaje ordena la acción; separa lo relevante de lo que no lo es, de la misma forma que opera la memoria.
Existe una situación particularmente curiosa al reparar en lo cinematográfico de la mente: le llaman «enmascaramiento sacádico», un bloqueo de la imagen causado por el cerebro y que el cine tiene la capacidad de mostrarnos. Se da en ese momento en el que la cámara gira para centrarse en otro objeto y la pantalla muestra una imagen borrosa en movimiento del trayecto. Algo imposible de reproducir para un humano. Un momento de ceguera cerebral que nos ofrece un montaje «en directo» de la realidad. Al mirar dos esquinas opuestas de algo —por ejemplo, una puerta— obtendremos dos imágenes nítidas, el trayecto de una esquina a otra es considerada inútil y omitido, cortesía de la economía de recursos cerebral.
Close-up a la cara de mi amigo detrás de mí, gritando «no». Corte a: sus brazos alrededor de mis hombros. No puedo moverme. Corte a: otra vez el puño que se acerca.
La música sigue sonando —nunca paró—, el grupo de mirones regresaron a la fiesta en la casa de enfrente, defraudados por la lamentable acción callejera. Diecinueve segundos de ordinariez, desaciertos y torpeza. Un amasijo de cuerpos gritando, jalando y empujando. Cabezas, codos, rodillas que chocaron con furia carente de heroísmo y simpatía —¿quiénes eran los héroes? ¿quiénes los villanos?—. No podía esperarse más de una pelea entre adolescentes clasemedieros en el Distrito Federal de finales de los noventas. El chico se frota la nariz con la mano. Mira a su amigo, sentado sobre el asfalto junto a él, también sudado, con rasguños y la ropa desgarrada.
—No mames güey, tenías que agarrarlo a él, no a mí.
N del A.: Este texto está muy influenciado por Leer la mente de Jorge Volpi (si te gustan este tipo de temas, te lo recomiendo mucho).
N del E.: El Saccadic masking solo tiene artículo en la wikipedia en inglés.
Más desvaríos
Otros dos textos relacionados con la mente y la memoria:
La insoportable construcción del ser
Parte de 148p: historias de ficción (o auto-ficción) contadas en ciento cuarenta y ocho palabras exactas.
Describir la violencia
Esta es mi tesis: describir la violencia require una racionalización que solo puede hacerse lejos de la misma. Es decir, para poder explicar cómo se siente la violencia es necesario no estar viviéndola. Y no me refiero a «viviéndola» en el sentido de que la violencia exista a tu alrededor mientras vas a comprar un kilo de mandarinas al supermercado; me …